Agustín Stojacovich, exjugador de Old Resian y réferi de la Unión desde el 2011, dialogó con el Ñandú y contó sus vivencias en Angola durante el 2015 y 2016. Actualmente, se desempeña como árbitro en la Unión de Rugby de Tierra del Fuego y asesor pedagógico en una escuela de Río Grande. “He aprendido que la música y el deporte son lenguajes universales que acercan a las personas”, aseguró.
Durante su estadía en Angola, Stojacovich, tuvo que afrontar desde una enfermedad, malaria, que lo dejó con varios kilos menos y secuelas físicas, hasta la muerte de 5 alumnos por distintas afecciones. Los valores que aprendió con el deporte le dieron las herramientas para sobreponerse a la adversidad.
—¿Qué te impulsó a ser réferi?
—Creo que es la manera más profunda y honda de conocer el juego. Me parece que un árbitro además del reglamento entiende otras dinámicas que intervienen en el partido, como es la estrategia y la táctica. Y, sobre todo, me permite estar cerca del juego.
—¿Cómo llegaste a Angola? ¿Qué fuiste a buscar?
—En el marco de salir al encuentro de otras culturas, otros valores y tradiciones, decidí embarcarme a Angola en el 2015. Allí trabajé con los Salesianos Don Bosco, realicé una labor más social que religiosa. Mi trabajo consistía en acompañar, desde dar clase hasta proponer actividades extracurriculares, en una escuela por donde pasaban diariamente 2500 personas. También participé en la comisión de deporte, allí las actividades que más se practican son handball y básquet. El rugby no ha entrado, pero creo que es un territorio muy fértil para hacerlo, debido a que son muy dúctiles y sumado a que son muy atléticos.
—En tu labor misional contrajiste malaria ¿Cómo fue esa situación?
—Allá hay varias enfermedades endémicas, como el paludismo o la fiebre tifoidea, que los misioneros no estamos exentos de padecer. Es una situación delicada, aunque en mi caso lo pude controlar bien, pero tuve 5 veces paludismo-el cual se trasmite a través de los mosquitos. Tiene síntomas fáciles de detectar, como es el dolor de cabeza, de estómago, de ojos y vómitos. Es totalmente neutralizable si se trata desde el inicio. Allí la población tiende a no tratarse y terminan muriendo. Ellos han aprendido a convivir con el dolor, y de una manera estoica desde un lado, y negligente desde otra, dejan que la enfermedad avance y muchas veces terminan muriéndose. Aunque no hay estadísticas oficiales del número de víctimas.
—¿Escribiste un libro sobre tu experiencia en África (“Sentipensando Angola. Recuerdos desde el África”)?
—Si, es un libro muy ecléctico, tiene muchas tonalidades. Fundamentalmente son experiencias concretas. Desde esas historias quiero mostrar lo que me chocó, me perturbo o me dio miedo. Y todas esas cuestiones que hacen del encuentro cultural donde se ve la diferencia en la cosmovisión. Para afrontar esta situación hay que descalzarse en forma simbólica, de los prejuicios, de las etiquetas y negociar muchas cosas, no imponer nada, no colonizar.
—Apena volviste te fuiste a vivir al sur ¿Qué te motivó?
—En Angola leí un libro donde contaba la experiencia de un joven (hace 30 años) que estaba allí estudiando para cura y que era de Bahía Blanca. Lo busco por redes sociales y me entero de que no es más cura y que está viviendo en Tierra del Fuego. Tras varias conversaciones me invita a dar clases allí. Así que termino en el sur porque leí un libro. Llegué un 7 de enero a Aeroparque desde África y el 1 de febrero estaba saliendo para Río Grande, Tierra del Fuego.
Lo primero que hice luego de aceptar el trabajo de asesor pedagógico, fue contactarme con el referente de árbitro de para seguir vinculado al deporte. Allá está el concepto de pasión que está vinculado al deporte, se ponen de manifiesto porque las condiciones climáticas son duras. El estado de las canchas no es el óptimo. Son 8 ochos equipos, 5 de Ushuaia y 3 de Río Grande, el nivel es bastante bueno, y me ha tocado arbitrar dos finales y algunas semifinales.
—¿Qué elementos te brindó el rugby para estos desafíos?
—Claramente, si hay un grupo de referencia primario, además de mi familia, pero este destacado la importancia del “otro”, el respeto, por más que haya conflicto, es en un equipo de rugby. Creo que allí te formas en respetar y valorar al “otro”, aunque ya no juego fue en el club donde aprendí esos valores. Y que a su vez sea un circuito que se retroalimenta todo el tiempo, de yo para vos y de vos para mi. Además, todo lo que es el encuentro con el otro me motiva.
Para mi la música y el deporte son dos lenguajes universales. Vayas donde vayas siempre hay una bola rodando y alguien tocando música o bailando. Entonces favorecer el deporte no sólo es la mejor manera de ampliar el tiempo libre sino es una posibilidad de encontrarse con el otro y también de conectarse con cualquier persona del mundo.